domingo, 12 de junio de 2011

Para entender al consumidor chicha

La prensa sensacionalista nacional encontró sus mayores dotes y métodos de proceder en la sociedad de los años noventa. El gobierno del ex presidente Alberto Fujimori, mediante su entonces asesor Vladimiro Montesinos, desencadenó toda una cultura de (des)información dirigida hacia los predominantes sectores populares, ‘comprando’ a los dueños de los medios de comunicación y creando diarios amarillistas, condicionando así el buen desenvolvimiento de la prensa. El único objetivo era el de desviar la atención de los peruanos de la situación real del país y así poder actuar libremente, sin ningún tipo de control y críticas de parte de la población. Aquellas portadas de los diarios orientadas hacia el escándalo de la noticia, inundadas de imágenes, con un desarrollo mínimo de la información en sus páginas y carente de relevancia para la formación del ciudadano, acostumbró a todo un grupo social a este despliegue –si se puede llamar así- periodístico con su formato y contenido. Y que hasta hoy se mantiene vigente.

Pero no sería del todo correcto afirmar que de no haber incursionado el gobierno de Fujimori en el manejo de la información, no hubiera existido el desenlace del que ahora somos partícipes con la cultura chicha. La prensa sensacionalista es un fenómeno cultural que existe en todos los países de Sudamérica, y que además es propio de los territorios del capitalismo tardío. Si bien, diarios como El Chino, El Chato, El Men y La Yuca, aparecieron en época de elecciones presidenciales y municipales para desprestigiar a la oposición y favorecer al régimen, siempre con un discurso carnavalesco, no se iniciaron con esta idea de representar a un sector social como sí lo hizo, por ejemplo, el Ojo en 1968. La prensa amarilla no es un producto de la ignorancia dirigida a ignorantes, y menos aún deviene de maniobras políticas, sino de una forma de ver el mundo.

Prensa amarilla vs Prensa tradicional

La llamada prensa amarilla surge en el Perú en los años cincuenta con Última Hora, para romper con la hegemonía de la prensa tradicional. Esta última, desde sus orígenes, ha tenido como público objetivo a las personas que se deslizaban en los estratos medio/alto del país (empresarios y aristócratas). El diario El Comercio, por ejemplo, se preocupaba –y lo hace hasta ahora- por desarrollar temas como política, economía y sociedad –las llamadas “zonas duras”- y que, por supuesto, era de interés común. Sin embargo, existían factores evidentes para que muchos peruanos desistieran de su consumo: el económico, este periódico no estaba al alcance de muchos bolsillos; el analfabetismo, esta adversidad abarcaba a gran parte de los habitantes, la lectura no era de práctica constante; y las semejanzas, al estar dirigido a las élites, se mostraban realidades distintas a las del sector popular. A todo esto, había una exigencia tácita de gran parte de la población por acceder a la información periodística, acomodada a su lenguaje y cultura.

El nacimiento y posterior establecimiento de los diarios chicha se acontece porque se presentan como una alternativa de información más cercana a la realidad de un grupo social. Se ajustaban a las exigencias: Colores intensos, lenguaje amigable, textos más ‘digeribles’ de leer, temas vinculados a la vida pública e imágenes en gran cantidad. Fueron elementos que confluyeron para que los diarios sensacionalistas lograran ser informantes de este sector social, con una visión claramente subjetiva del país. Tanto Última Hora, pasando por Ojo, como El Popular (1984), supieron marcar tendencia e ir reelaborando la estructura de la prensa chicha a medida que pasaban los años.

Sería errado decir, entonces, que los diarios chicha representan a un grupo de personas ignorantes. Se ha comprobado que aquellas personas que consumen estos periódicos sólo buscan un desfogue del enfoque formal y duro de la realidad[1]. Como propio de la cultura visual, prefieren informarse por la televisión, o escuchar por radio las noticias que compete a la agenda nacional. El consumo de prensa sensacionalista se da porque ésta se introduce en otros ámbitos que los medios tradicionales no atienden, y además le dan otra mirada –más grotesca, chistosa, conmovedora, etc.- a los acontecimientos ocurridos en la sociedad. Actores como las vedettes y los futbolistas, que colman las páginas de estos diarios, son referentes de identificación: parten de realidades similares y logran sobreponerse a los obstáculos de la vida.

Este texto sólo se remite a demostrar que si existen prejuicios y etiquetas hacia los consumidores de prensa sensacionalista vinculados a la ignorancia, deberían tener un hilo conductor distinto. Hay tantos temas y formas válidas de contar una historia como las maneras de asimilarlas. En la variedad está el gusto.


[1] Según Sandro Macassi, este tipo de consumidor se aproxima a la prensa chicha, pero no la convierte en su referente informativo central. La atiende porque responde a sus necesidades de entretenimiento. En Prensa Amarilla. Lima: Centro de Investigación Asociación de Comunicadores Sociales Calandria. 2001. Pág. 45.